¿A quién no le ha salido un herpes (causado por el virus varicela-zoster) después de una bajada de defensas o periodo de estrés?

Antes de que nos invadiese el COVID-19, ya sabíamos que la mejor y casi única manera de estar protegido frente a los virus, es tener un sistema inmunológico fuerte y esto se consigue adoptando 3 medidas fundamentales: teniendo una buena alimentación, practicando ejercicio físico regular y controlando del estrés.

Los coronavirus(CoV) constituyen un amplio grupo de virus que se encuadran dentro de la familia Coronaviridae.  A grandes rasgos, los coronavirus inician su replicación con la entrada de los viriones, forma infecciosa del virus, cuando pierden su envoltura y depositan su ARN viral en el citoplasma de la célula eucariota, donde el parecido con el ARNm del hospedador (persona infectada) le permite adherirse directamente a los ribosomas para su traducción y reproducción.

 Por microscopía electrónica, los viriones se reconocen por una pequeña «corona» que presentan a su alrededor y que justifica su nombre (Chen et al. 2020)

Foto 1. Morfología de los coronavirus

Las manifestaciones clínicas de una infección por coronavirus dependen, en gran medida, del tipo de virus y el estado de salud de la persona, pero los signos clínicos más comunes incluyen los propios de un resfriado común, destacando fiebre, tos y síntomas respiratorios. También se han notificado síntomas gastrointestinales, incluyendo diarrea. En los casos más severos, la infección puede causar bronquitis o neumonía, síndrome respiratorio agudo severo, fallo o insuficiencia renal e incluso la muerte.  Para intentar mitigar el pánico que esto causa, destacar que la tasa de mortalidad es:

  • 0-9 años: –
  • 10-39: 0,2%
  • 40-49: 0,4%
  • 50-59: 1,3%
  • 60-69: 3,6%
  • 70-79: 8%
  • 80 o más: 14,8%

Siendo mayor en hombres (2,8%) que en mujeres (1,7%) y el principal factor de comorbilidad (enfermedades previas que aumentan el riesgo) es la enfermedad cardiovascular, con un 10,5% de mortalidad, seguido de la diabetes con un 7,3 % y las enfermedades respiratorias crónicas 6,3%.

No todas las personas expuestas son infectadas y no todos los infectados desarrollan crisis respiratorias. En consecuencia, la infección SARS-CoV-2 (nombre del virus que causa la enfermedad COVID-19) se puede dividir en 3 fases: fase I incubación asintomática, con o sin detección de virus; fase II periodo levemente sintomático con presencia del virus; fase III altamente sintomático con afección respiratoria y alta carga viral.

Durante la incubación y las etapas no severas, se requiere una respuesta inmune adaptativa específica para eliminar el virus y evitar la progresión de la enfermedad a etapas severas. Por lo tanto, las estrategias para aumentar las respuestas inmunes en esta etapa son muy importantes. Para el desarrollo de una respuesta inmune protectora de nuestro organismo en las etapas de incubación y no severa, la persona debe tener una buena salud general que genere inmunidad antiviral específica. Veamos cómo conseguirlo a través de una alimentación adecuada:

Aunque son múltiples los factores externos, no genéticos, que están involucrados en la inmunidad como puede ser el estrés, la práctica de ejercicio físico o toma de ciertos medicamentos, nos vamos a centrar en la alimentación por su gran capacidad de fortalecer el sistema inmune.  

Los alimentos están compuestos por macronutrientes como las proteínas, lípidos e hidratos de carbono; micronutrientes como las vitaminas y minerales, y sustancias fitoquímicas, compuestos con actividad biológica que no siendo necesarios para la vida, aportan beneficios extra para nuestra salud.

Este puzle de nutrientes nos permite mantenernos con vida cuando nos alimentamos, aportando además funciones específicas a muchos niveles más allá del peso. Veamos a nivel de inmunidad cuáles son los nutrientes involucrados en este poderoso sistema de defensa que posee nuestro cuerpo:

Vitaminas y minerales

En general, las vitaminas y minerales desempeñan múltiples funciones para el correcto funcionamiento del organismo pero hay algunas que de manera particular contribuyen al buen funcionamiento del sistema inmune. Los minerales cobre, hierro, selenio, zinc y las vitaminas A, B12, B6, C, D y B9 (ácido fólico) están reconocidas por la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria), por contribuir al correcto funcionamiento del sistema inmunitario. Veamos sus acciones y en qué alimentos encontrarlos:

Tabla 1. Vitaminas y minerales vinculados con el sistema inmune y sus fuentes

Además de estas, que contribuyen de manera directa, hay otras vitaminas y minerales que lo hacen de manera indirecta, gracias a su actividad antioxidante como es el caso de la vitamina E, los beta carotenos y algunos polifenoles.

Tabla 2. Nutrientes antioxidantes

Vitamina D

Esta vitamina merece un apartado independiente por varias razones, la primera porque juega un papel crucial en el sistema inmune, la segunda porque se sintetiza con el sol y ahora no lo estamos tomando lo suficiente y tercero porque están aumentando alarmantemente en los últimos años los casos de deficiencias en población procedente de países tanto soleados como no soleados. Todas las vitaminas citadas anteriormente las podemos, y debemos, obtener fácilmente a través de una alimentación variada y saludable. Sin embargo, la vitamina D es escasa en los alimentos y principalmente se sintetiza tomando el sol directamente sobre la piel aunque cada vez esta práctica está resultando menos efectiva por diversos factores como la falta de tiempo al aire libre, uso de cremas solares, contaminación, estrés, cuarentena, etc.

Fuentes de alimentos de más a menos contenido en vitamina D: aceite de hígado de bacalao>congrio>salmón salvaje>salmón ahumado>sardinas>leche entera>queso graso>huevos.

Es importante destacar que los lácteos y huevos deben ser ecológicos pues si los animales no han estado expuestos al sol y criados e la oscuridad tampoco ellos habrán sintetizado la vitamina D. Esta vitamina es liposoluble, soluble en grasa y por tanto es importante elegir los alimentos enteros y no desnatados (tampoco azucarados ni edulcorados).

Recuerda: reducir estrés (influye en la absorción) consumir alimentos ricos en vitamina D, exponerte al sol como puedas ( aunque sea sacando los brazos por la ventana ¡sin caerte!) y de no ser esto posible consulta con tu médico, farmacéutico o dietista-nutricionista la posibilidad de tomar un suplemento. Ojo, solo en este caso porque de manera general, una alimentación equilibrada consumiendo frutas y verduras, como mínimo 5 veces al día (2 fruta y 3 verdura con al menos 1 en crudo), debe ser suficiente.

Foto 2. Recuerdo melancólico-feliz de mi hermana y yo sintetizando vitamina D a tope en Brasil. Los deportes acuáticos son una manera estupenda de tomar el sol mientras reduces estrés.

Otros: ácidos grasos, probióticos, plantas y hongos.

Los ácidos grasos están extensamente relacionados con la funcionalidad del sistema inmune, las grasas pueden ser saturadas, consideradas proinflamatorias o insaturadas, antiinflamatorias. Dentro de las grasas no saturadas tenemos las monoinsaturadas (aceite de oliva y aguacate) y poliinsaturadas (pescado azul).  Este ultimo tipo de grasa, procedente de la dieta ha demostrado jugar un rol fundamental en la modulación de las funciones inmunes y procesos inflamatorios. En particular el omega-3 (un tipo de acido graso poliinsaturado) poseen beneficios demostrados sobre la respuesta inmune, función pulmonar, arteriosclerosis y artritis reumatoide entre otras.

Recuerda: consumir pescado azul 3 veces por semana priorizando pescados pequeños como el salmón, caballa o sardina. Si no consumes pescado puedes obtener omega-3 a través de fuentes vegetales como el aceite o semillas de lino (dos cucharadas al día de aceite o semillas molidas).

Otros alimentos que favorecen el fortalecimiento del sistema inmune son hongos ( reishi o shiitake), básicas (brocoli, coles), frutos rojos (arándanos, frambuesas, fresas), ajo y cebolla, y cualquier probiótico como el kéfir o la kombucha.

Todo este engranado de compuestos, hace que los alimentos puedan contribuir a nuestra salud o a nuestra enfermedad y que con nuestras elecciones diarias, podamos decidir cual queremos fomentar. En la situación que nos encontramos, la elección adecuada parece obvia y el saber que podemos ayudar de alguna manera a fortalecer nuestro cuerpo, debería darnos la fuerza que necesitamos, para no abandonarnos a elecciones impulsivas motivados por la desesperación y no por la razón. Hazlo por tí, por tu familia, por tu comunidad, pónselo difícil al virus, cuida tu alimentación, mantente activo y sirve de ejemplo y motivación a tu entorno.

Bibliografía:

  • Wang D, Hu B, Hu C, Zhu F, Liu X, Zhang J, et al. Clinical Characteristics of 138 Hospitalized Patients With 2019 Novel Coronavirus-Infected Pneumonia in Wuhan, China. Jama. 2020.
  • Informe técnico Coronavirus COVID-19. Consejo general de colegio de farmacéuticos. Marzo 2020.
  • Reglamento (UE) n o 432/2012 de la comisión de 16 de mayo de 2012 por el que se establece una lista de declaraciones autorizadas de propiedades saludables de los alimentos distintas de las relativas a la reducción del riesgo de enfermedad y al desarrollo y la salud de los niños.
  • Calvo MS , Delgado SM. Ácidos grasos omega 3: respuesta inmune y su efecto sobre algunas enfermedades. Enfermería: Cuidados Humanizados. 2014;3(1).